En mis primeros años como seguidor de Jesucristo, recuerdo la terrible culpa que venía a mi corazón cada vez que sabía lo que debía hacer (pues claramente Dios me había pedido entregarle un pecado) y no lo hacía. Era un sentimiento de que Dios se había apartado de mí, como algo que me aseguraba que a partir de ahora no me iba a ir tan bien en lo que hiciera.
Conforme fui madurando, me di cuenta de que jamás querría perder la paz (además un fruto del Espíritu) que traía la obediencia a Dios en lo que me había dicho previamente. Y es que no es lo mismo pecar por ignorancia o debilidad, que abiertamente rebelarse a Dios, simplemente porque deseamos hacerlo, o la carne lo pide. Sí, la Biblia aclara que cualquier pecado nos aleja de Dios, pero en el Antiguo Testamento el castigo para quienes pecaban por rebeldía era sumamente fuerte y diferente que hacerlo por ignorancia.
En el caminar cristiano en incontables ocasiones se nos presentará una tentación, tal como Jesús fue tentado, y tendremos que escoger obedecer a Dios. Personalmente, el versículo Isaías 32:17 es uno de mis favoritos, pues me recuerda la paz que tengo, y desearía no perderla nunca. Meditar en este pasaje me ayudó en el pasado a mantenerme firme, y espero estimado lector que le sea de bendición.
Además, si hemos pecado tan solo necesitamos meditar en sus promesas de perdón y restauración, y pedirle que nos limpie de culpa. En segundo lugar, necesitamos orar por un corazón obediente y que Él nos dé fuerzas para vivir por encima a los comportamientos que nos hacen daño. Dios es amoroso, y desea dar a sus hijos su paz en el corazón, así que dicha paz está disponible si se la pedimos.
Para Meditar
¿Existe algo más hermoso y necesario que tener paz en el corazón? Si existen tantos millonarios y personas famosas claramente infelices (como vemos en los noticieros), ¿será que les hace falta paz?
La Palabra de Dios
Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre. Isaías 32:17